La importancia de enfrentarse a los miedos





A día de hoy he viajado tres veces sola: dos a Alemania y una a Suecia, y los viajes fueron muy diferentes entre sí porque los he realizado en diferentes momentos de mi vida, a pesar de estar concentrados en tan solo un año.

En mi cabeza existían muchas barreras: ser incapaz de preguntar en una tienda o pedir indicaciones, ponerme muy nerviosa si la situación se descontrola lo más mínimo (y cuando digo lo más mínimo me refiero a cualquier cosa nimia que se os pueda ocurrir que no afecte al plan), creer que me voy a perder, el temor a no coger el transporte correcto/pasarme de parada, sentir que si no hay otra persona que se encargue va a salir algo mal... Todo eso me pasa aquí. Ir al extranjero supone, además, tener miedo a no ser capaz de comunicarme, pensar que como estoy sola no puedo llamar a ningún conocido...

Cuando hice el primer viaje mi excusa era practicar el idioma (tenía los exámenes de alemán nada más volver), desconectar de los problemas que tenía y quitarme alguno de esos miedos de una forma un poco radical, quizá. Mientras esperaba para embarcar solo pensaba: ¿¡Qué estoy haciendo!? Pero sabía que era lo que tenía que hacer. Pasar esos 4 días sola me sirvió para conocerme mejor y quitarme un puñado de miedos, aunque sé que para hacer eso no es necesario irse tan lejos.

El segundo viaje fue radicalmente distinto. Lo reservé todo en verano en un impulso. Llevaba años soñando con ese viaje a Suecia, la persona que me iba a acompañar ya no estaba conmigo y no quería seguir posponiéndolo. Estaba realmente ilusionada, pero justo el mes que tenía que tomar el avión, en noviembre, toqué fondo. De pronto eran muchos días, muy lejos, yo no estaba bien, no tenía ni idea del país. Dos días antes me dio un ataque de pánico y estuve toda esa semana con ansiedad. Ya digo que, emocionalmente, fue un momento muy malo para mí y sentía que no iba a ser capaz. Lloré al final del primer día de viaje, pero lloré de alegría. Lo más difícil ya estaba hecho y, de algún modo, superada esa barrera superé todas las demás. Pude dormir bien, olvidé lo que era la ansiedad, lo malo se quedó en España y sentí que me curaba un poco. Fue algo importantísimo para comenzar a estar mejor porque me demostré a mí misma que sí podía.

El tercer viaje, este mismo mes, ha sido el más tranquilo de todos en el sentido de que ya había estado otras dos veces en Berlín y todo me era familiar. No he tenido tantas cosas en las que pensar y he ido más relajada. Esta vez ha sido como reafirmar que yo puedo y, sobre todo, que si quiero hacer algo lo haré tenga compañía o no. Soy muchísimo más independiente que hace un año y en ningún momento pensé que fuera una locura ir sola ni me parece tan extraño. No tenía ninguno de los miedos de los que hablaba al principio de la entrada.


Para acabar, quiero dejar aquí un pensamiento que me cruzó por la mente cuando paseaba por Lund: Nunca dejes de hacer algo por miedo. Fue como una promesa que me hice a mí misma. Prometedme que vosotros tampoco lo haréis.
up!