Austria: Salzburgo y la frontera con Eslovenia

Cuando cogemos el tren subimos con muchos otros mochileros; la mayoría va a Salzburgo, aunque alguno que otro baja en Bled. Nosotros bajamos en Faak am See. Había elegido este lugar directamente sobre el mapa, sin buscar nada más. Vi el lago enorme y pensé que era un buen sitio para hacer una parada para descansar, mucho mejor que Bled - ya que ahí es mejor ir con tiempo.

Bajo del tren casi dando saltitos porque las fotos del lago prometían mucho. Lo vemos a lo lejos, qué ganas de llegar ya a la orilla. Unas casas nos impiden acercarnos, así que decidimos rodearlas, pero solo hay más casas. Vamos hacia el otro lado: camping, hoteles, vallas y más vallas. Qué extraño. Seguimos viendo el lago a unos metros de nosotros, pero no encontramos la manera de llegar a él. Una búsqueda en Google, esa tarea que tenía que haber hecho con antelación, nos da la respuesta: solo puedes llegar al lago si pagas. Si alquilas una casa, si te alojas en un hotel, si duermes en un camping. Creemos que en el lado contrario no hay vallas, pero está demasiado lejos como para ir a pie, cargados y sin saber seguro si podremos acercarnos a la orilla. Decidimos coger otro tren e ir a Villach. Mientras esperamos, compro una botella diminuta de agua: 1'80€. Empezamos mal en este país.



Austria

Acaban de ser las fiestas de Villach y aún se ven las banderitas en las calles, las atracciones y puestos a medio desmontar. No me gusta este sitio y yo he empezado a cojear, creo que he apoyado mal el pie y ahora no puedo caminar sin sentir dolor. Comemos sentados directamente en el suelo, frente al río, hasta que un hombre nos echa de allí. No entiendo muy bien el motivo porque nos habla en alemán, pero debemos irnos. El siguiente tren que cogemos nos lleva a Salzburgo. Qué poco me está gustando esto, pienso.

Villach

La primera impresión de Salzburgo es: qué fea es esta ciudad, no puede ser. Pero, en efecto, no es así. Muy despacito, llegamos al Altstadt y me reconcilio un poquito con el lugar. Esto ya es otra cosa. Lo primero que hacemos es beber una jarra de cerveza, la más grande. Nos la merecemos después del día que hemos tenido. Ese día cenamos en un restaurante italiano porque es lo único que encontramos que no haga llorar a nuestros bolsillos. Y porque la comida italiana nunca falla.



Salzburgo



Me gusta mucho nuestro hostel. Compartimos habitación con 6 chicas y la verdad es que no me puedo quejar. El ambiente que hay es muy bueno en general. La mayoría es gente de nuestra edad y hacen que me sienta parte. El desayuno está incluido, también la cena, y hay un bar donde podemos tomar algo. Escribo mi diario de viaje en la sala común mientras se levanta el viento que anuncia la tormenta que caerá minutos después.

Visitamos los jardines de Mirabell. La gente parece no reparar en esa puerta que lleva a la Orangerie, el invernadero, pero yo la cruzo decidida mientras el resto deambula entre los setos. Yo sigo cojeando - vaya mala suerte la mía- así que caminamos despacio. Pero eso no me impide subir las escaleras que llevan a Kapuzinerberg. Salzburgo desde arriba no es tan bonita.

Palacio Mirabelle

Me decepciona un poco encontrar tantos edificios con andamios. Y lo que no tiene andamios queda tapado por los escenarios para los conciertos o la gente se agolpa, móvil en mano, para hacer fotos a la fachada. Es difícil conseguir una foto que me convenza.


Salzburgo

A la fortaleza no subimos andando porque es demasiado para mí, pero nos duele el bolsillo tras pasar por la taquilla. Montamos en el funicular, que rápidamente nos lleva a la cima. Desde este lado las vistas son diferentes, me gustan más. Llamo a una puerta por hacer la gracia, pensando que es un edificio vacío, pero se asoma un señor. Me muero de vergüenza mientras me alejo de allí, ¡no vuelvo a tocar nada! Me siento en un banco para descansar un poco pero de pronto M se pone blanco y me dice que me levante ya mismo y que no mire la pared. No miro, pero me imagino lo que es y cómo tiene que ser para que hasta él se asuste, eso basta para que mi aracnofobia diga: ¡hola!




Esta vez volvemos más temprano para poder cenar en el hostel y tomar luego una cerveza junto a una chica griega, dos chicas argentinas...Justo antes acaban de proyectar una película para todos los que quisieran apuntarse. Si la ciudad no fuera tan cara, no me importaría volver o quedarme más días aquí. De los alojamientos lowcost, este es el mejor en el que he estado.

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