Llegar a Múnich supone sentirnos en casa. Somos conscientes de que tenemos nada más que unas horas y que hay que aprovecharlas al máximo, así que, por una vez, dejamos las mochilas en la consigna de la estación central para poder recorrer las calles cómodamente y tomarnos, por supuesto, una jarra de cerveza.
Nos hemos entretenido demasiado callejeando por Munich, así que corremos a la estación para recoger las mochilas y tomar el tren a Viena. Allí nos encontramos con que este tren también se retrasa, así que tras más de una hora de espera, conseguimos poner rumbo a Viena. El viaje es terriblemente cansado, fuera llueve, tenemos hambre y está anocheciendo. Aún queda para llegar al apartamento, puesto que primero debemos ir a recoger las llaves a otra parte de la ciudad.
Todo está lleno de gente y me agobio. Intento centrarme en los edificios, que son bastante bonitos, pero me distrae el ir y venir de turistas. Echo un vistazo a los sitios que me parecen interesantes de ver, pero todos tienen una entrada bastante cara. Llega un momento en el que me enfado. Mucha gente, calor, todo es excesivamente caro, no puedo ver ni la mitad de las cosas que me interesan sin arruinarme. ¿No podemos saltar al siguiente destino?
Decido ir al Belvedere para ver la exposición de Klimt. Eso hace que mi ánimo mejore bastante, sobre todo porque comemos frente a la iglesia barroca de Karlskirche, que se ha convertido en mi favorita. Pasamos varias horas dentro del museo. Ahí están también Schiele, Van Gogh, Monet...además de los pintores que ya conocía, descubro muchos otros.
Vamos a pasar la tarde al Danubio, viendo los cisnes. Pienso que lo mejor de Viena son los edificios - por fuera, siempre por fuera - y aquel bar con cerveza artesana al que hemos entrado por casualidad. Me acabo acostumbrando a saludar diciendo Grüß Gott! a pesar de que al principio me resultaba extraño.
Tengo la sensación de que podría disfrutar muchísimo más de la ciudad si me empapase de su historia. Pero hay algo aquí que no termina de encajar. Este sitio no es para mí y la estancia se me hace eterna. ¿Cómo no va a estar bien Viena con Sisi, la ópera, el Danubio azul, los palacios imperiales, el Art Nouveau de Wagner?, me digo a mí misma para convencerme. Creí que me gustaría mucho más.
Comentarios
Publicar un comentario