Día 1: Salimos bien temprano con unos bocadillos en la mochila, ya que tenemos pensado comer por el camino. Hacemos el viaje casi del tirón, parando lo mínimo imprescindible. Falta poco para el atardecer cuando llegamos a Fisterra. Dejamos el equipaje en casa de la familia donde nos alojamos y lo primero que hacemos es ir a la playa. Hemos llegado tarde para ir a un buen sitio para fotografiar la puesta de sol; si vamos hasta allí, el sol estará ya demasiado bajo. Lo que no falta es un buen paseo y unas Estrella Galicia hasta las tantas.
Día 2: marchamos al siguiente destino, Santiago de Compostela. Siempre pensé que mi primera vez allí sería al finalizar el Camino, pero aún no ha llegado ese momento. La catedral está cubierta de andamios, vemos a los peregrinos llegar. Empieza a llover, pero eso nunca ha sido un problema para mí. Comemos en un vegetariano antes de salir a seguir recorriendo la ciudad bajo la lluvia. Nos alojamos en una posada, así que aprovechamos para cenar ahí mismo porque el tiempo ha empeorado. Más comida - nunca me habían puesto una cazuelita de garbanzos como tapa -, más cerveza, más planes. Hablamos largo rato con el dueño, que es un canario afincado en Galicia.
Día 3: se nos viene encima el temporal. Tenemos que cancelar el día en las Fragas do Eume porque sería una locura meterse ahí. El plan B es acercarse a la praia das Catedrais, donde hay poca gente, mucho viento y un reguero de paraguas rotos. Seguimos de ruta hasta Ribadeo e Illa Pancha.
Día 4: Ferrol. El tiempo empeora de tal forma que es imposible salir del hotel. Veo la ciudad desde la ventana, el viento azota los cristales mientras merendamos. Ojalá haber cambiado el día en Ferrol por otro más en Santiago.
Vuelta: en Castilla y León nos pilla la nieve. También hacemos el viaje del tirón, pero bastante más despacio. El viento empuja el coche hacia un lado mientras avanzamos.
Parece mala época para ir a Galicia, pero acabo encantada. La niebla, la nieve, la lluvia, el frío no son cosas que me molesten. Creo que las fotos quedan más bonitas así. Lo único que lamento es el viento tan fuerte, de eso no hay forma de escapar.
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